lunes, 19 de diciembre de 2011

Lágrimas Buenas

A veces empiezo a llorar y me doy cuenta de que no lloro por mí, no lloro por mis hijos. No lloro de tristeza o dolor. Debe ser que sale ahora la pena que no sentí al verle sufrir con el cáncer, al recordar su expresión cuando pensaba que sus niños iban a quedarse sin padre. Lloro lágrimas buenas al revivir esa mirada resignada. Al recordar esos grandes ojos como mares pacíficos llenos de emoción. Ese gesto de agradecimiento y de admiración y de entrega total. No son lágrimas trágicas. Son grandes como perlas, densas, pesadas lágrimas, un embalse de melancolía. Me dicen: es bueno llorar. Sí, debe de serlo porque me gusta, pero me gustaría más no llorar con tanta soledad. Además este llanto, no sé cómo llamarlo… retroactivo, me desconcierta.  Alguien me decía hoy que quizá sean las penas que no lloré durante la lucha, que como no podía llorar delante de él… Es verdad no podía, las lágrimas no venían. Seguro que era mi fortaleza la que las detenía porque no recuerdo haber contenido el llanto yo sola. La fortaleza lo hacía. Me evitaba el sentimiento. La cabeza rige las emociones, las reprime. La fortaleza las ata y amordaza en alguna parte. Me pregunto hasta qué punto las sigue atando. Me preguntó si debería dejar que mi fortaleza se tomara un respiro. Me pregunto si cada vez que me libere un poco también lloraré un poco más. Si esto fuese cierto, se produciría otra de mis excéntricas ironías: cuanto mejor esté más voy a llorar. Entonces, sí, cada día estoy mejor porque cada día lloro más y mejor. Bien. Me gustan las ironías. Me pregunto si pronto dejaré de escribir páginas como esta y siento nostalgia de algo que aún no ha sucedido. Me gusta escribir páginas como esta. Eso y otras cosas me pregunto. Me pregunto tantas cosas.... Como por ejemplo si algún día volverá a haber alguien que me quiera con tanta dedicación, que encuentre simpáticas mis rarezas y mis obsesiones y aprenda a necesitarlas y que me haga reír, sí, sobre todo que me haga reír, a ser posible a carcajadas y que sólo me haga llorar lo justo, o que al menos, caso de que me haga llorar… me haga llorar lágrimas buenas.

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