jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Papeles? ¿Qué papeles?

Papeles… ¿Papeles, y qué papeles puedes estar haciendo a estas alturas? Me dijo hoy un amigo. Le miré, me encogí de hombros y salí por la tangente, pero ahora sé lo que debería haberle dicho.
Algo que nadie imagina, ni puede llegar a entrever es la montaña de papel que el mundo te tira encima cuando te quedas viuda. Aún teniendo “todos los asuntos en orden”, como suele decirse, la burocracia tiene más tentáculos y ramificaciones aún que el propio cáncer. Trepa por mi vida como una hiedra venenosa fuera de control. Formulario de viudedad español, formulario de viudedad francés, italiano, suizo, inglés, de orfandad, Child Support, cambios de titularidad: agua, luz, teléfono. Hacienda que decide investigarme –esto sin venir a cuento de nada-. Crisis. Lo pongo en manos de una gestoría. ¿Por qué tuvo este hombre que ser tan condenadamente cosmopolita? Cambio de nombre del gas, agua, seguro de la casa, licencia de televisión y luz en Inglaterra, abre una cuenta corriente en el otro país sin salir de casa para pagar todo eso, los suizos que escriben, que mandan un tocho en alemán, búscate una amiga que hable alemán, pide un favor, deja el formulario dormir, los franceses que no dicen ni pío, los ingleses que piden los pasaportes de los niños para cotejarlos con quién sabe qué. Yo que los mando sabiendo que se van a perder en el correo pero también sabiendo que si no los mando, me quedo sin doscientos euros al mes y sin pensión de viudedad (inglesa). La amiga pescada a traición me pasa el formulario traducido del alemán. Llegan emails de los abogados del otro lado del canal. Quieren cobrar un pastizal por gestionar las cosas de allí. Vuelvo a correos, mando la carta con los pasaportes. Escribo una carta a los suizos pidiéndoles que por favor manden las cotizaciones de mi marido a determinado número de fax de ya no sé qué otro país, la traduzco con Google y allá se las entiendan con la gramática parda de Internet. Mi cuñado me ayudará con lo de Inglaterra. Mando a paseo a los abogados. He de rellenar dos cuestionarios impenetrables para Her Majesty Customs and Tax office. Los italianos me piden tres años de certificados de hacienda y que rellene tres formularios más. No puedo mandar los certificados porque como ya digo, hacienda ha decidido investigarme precisamente este año, y cuando estás siendo investigado no te certifican ni los buenos días. La impresora se niega a funcionar. Relleno tutti los formularios, los meto en una carpeta que reza “Italia” y los pongo a dormir en un maletín que deseo tirar al mar. Miro por la ventana: no hay mar. Llamo a Movistar. Tras veinte minutos de escuchar una canción de la que sólo saco en claro el estribillo: I am Happy, la chica me dice: como compró el móvil en un centro comercial tiene que mandar una carta a… Lo sé, lo sé. Si esta pobre supiera la de cartas que he mandado, la de cartas que quedan por mandar, trato de explicarle, busco compasión: Por favor, es que mi marido se ha muerto hace un mes y no puedo más, le suplico que hable con un supervisor, con quien sea, yo no puedo mandar más cartas, no puedo. Es que a mí me da igual el motivo, me suelta en tono realmente borde. Paso de la pena a la indignación: ya, pues a mí no me da igual así que no sólo voy a dar de baja el móvil de mi marido, también mi Iphone y mi ADSL y mi llamada a tres a cinco y a dos manos y en espera, como la línea es es mía pues me voy con mi música a otra parte. Muy bien, me responde airada: ¿Quiere que la de de baja de todo? Yo la doy de baja. Dígame su DNI. Se lo digo. Estoy decidida. Me da todo igual. Que me cancele. Que nos cancele a todos. Que me borre de la lista. Me desapunto. Todo con tal de no mandar la puñetera carta. La chica consulta algo y triunfante responde: Pues como usted también dio de alta la línea en un centro comercial, tiene que mandar una carta. Echó una carcajada así como malévola o me imaginé que la echaba y le dije que estupendo y colgué sabiendo que no voy a mandar esa carta, porque no puedo mandar esa carta, porque no estoy nada Happy.
Y cada vez que abro el buzón me estremezco como si dentro anidasen las serpientes, pero le echo ganas y ahí está la carta que mandan los ingleses devolviendo los pasaportes de los niños, y como era de esperar, el sobre está rasgado, pegoteado con celo. Los pasaportes han desaparecido y me imagino una red de pederastas secuestrando a dos niños rubios con los documentos de identidad de mis hijos y me pregunto si ir a la Guardia Civil como es mi deber o esperar, porque si cancelo los pasaportes y luego aparecen me daré de cabezazos contra la pared porque no son pasaportes cualquiera, no, son pasaportes británicos y para sacar unos nuevos hay que rellenar al menos cuatro formularios, ir a la embajada, pagar trescientos euros y rezar porque cuando te los manden a casa no se pierdan en el correo…
En un momento de debilidad, escribo la carta a Movistar sabiendo que me contestarán que no la he escrito como es debido y abro el “nido de serpientes” y recibo otra misiva satánica del plan de pensiones de los profesores ingleses, que me contestan que en el certificado de defunción no pone la causa de la muerte y que tengo que conseguir un informe médico con la causa y mandárselo –por carta- y busco algo entre el historial médico de mi marido –mal rollo-, lo que sea, con el corazón encogido por las palabras “metástasis”, “carcinomatosis”, y encuentro, sí, el resguardo de la médico de urgencias que vino a certificar la muerte y leo la tan traída causa de la muerte: “insuficiencia respiratoria”. Sin poder evitarlo, revivo la peor escena mientras escribo y meto el papel en un sobre y oigo a George tratar de llenar de aire sus pulmones inútilmente.
Mi prima Virginia, que de esto sabe mucho, me dijo: “no pasas página hasta que no acabas con la burocracia”. Es cierto, pero también es cierto lo que me dijo otra amiga: “date un respiro. Olvídate de todo eso hasta el Año Nuevo”. Quiero hacerlo, quiero relativizar las cosas y respiro hondo y me digo que para eso pueden servirme las navidades, para darme el tal respiro y que todo tiene solución, que es lento, frustrante, pero que poco a poco, como en un goteo, irán llegando los papeles que completan los distintos puzles multilingües y trato de seguir cuerda en este mundo de chiflados y consigo no estallar cuando alguien me dice: ¿Papeles, y qué papeles puedes estar haciendo a estas alturas?

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