A mi hijo mayor no le gusta
hacer los deberes. Se niega a escribir. Tanto se niega, que sabe escribir en
teoría o con el ordenador, pero le
das un lápiz y se paraliza.
Hoy hay
deberes. Hoy toca escribir tres veces: "Pilar pela el Pomelo" y
"El oso se llama Suso". No es coña. Son las frases reales. El
muy pillo, que tiene un humor fantástico, me dice que las frases
las copie "Rita mientras rema en el río",
que esto es mega aburrido y que no piensa hacerlo.
Tenemos así un producto de la enseñanza
moderna... que no es muy moderna porque esto ya lo he vivido hace más de treinta años. Un muchacho despierto, lleno de interés
por todo lo que le rodea, que sabe escribir, que conoce todas las letras, que
sabe de los satélites de Saturno y de la
fuerza de la gravedad… pero que cuando toca coger el
lápiz en clase o en casa, se
queda con los ojos en blanco, ido, aletargado, amuermado, en la luna, fuera de
juego, apelmazado, aburrido, en el limbo, esperando el autobús de los conocimientos. Tras muchos análisis sesudos de unos y de otros, llego a la convicción de que el motivo de que un niño que necesita conocer porqué
arde el sol, o qué es la fuerza de la gravedad,
o cómo funciona un motor de dos
tiempos, no quiera en cambio escribir, es una total falta de motivación. No entiende el porqué
de esa tortura de “Pilar pela el pomelo”. Aquello que le mandan copiar, comparado con la Falla de
San Andrés, le parece vacío de contenido, fuera del universo, una isla árida y desgajada de una conciencia sin ondas cerebrales ni órbitas ni fuerzas fascinantes. Para mí, esto es un síntoma de inteligencia… también una preocupación. Para sus profesoras es una incapacidad de demostrar sus
conocimientos y de adaptarse al sistema. Si no demuestra sus
conocimientos escribiendo, no le pueden ampliar el currículo y si no le amplían el currículo jamás le apetecerá escribir.
Las profesoras le dicen al niño que debe copiar esa frase y otras miles del mismo cariz para que, cuando sepa escribir, pueda escribir cosas chulas. “¿No
sería mejor aprender a escribir… escribiendo?” Les digo. Me miran como si
estuviese pirada. Quizá lo estoy. Insisto: si escribe cosas con un propósito que a él le interese, sabrá, podrá, aprenderá. Las profesoras me miran con displicencia. Me dan la razón
como a “las madres” pero dicen suavemente que nanai. Insisten en que tiene que pasar por
el Oso, me explican por qué se llama Suso y que después del pomelo llegará lo verdaderamente interesante.
Si el niño estuviera presente le diría: "Yo vi morir a mi padre. He aprendido que lo que importa es el presente. Quiero ser feliz hoy, ahora". El mismo niño les diría: "quiero ya eso que me llevan prometiendo desde la guardería y que no me dan y que empiezo a sospechar que no existe. Quiero leer sobre Ganímedes y no sobre un cierto gallo que hace kikirikí en un poema sin autor conocido que hay que copiar durante el fin de semana. Quiero el hoy, ahora, me lo merezco, porque el futuro no existe sin un presente feliz."
Bien, como es un niño al que por el humor te lo ganas seguro, le digo, vale, no
pongas lo del libro, vamos a copiar: "Me la suda el oso Suso". Mi
hijo se descojona, el hermano pequeño se ríe como una traca de fuegos artificiales, con esas
carcajadas contagiosas que te tronchas, y el mayor agarra el lápiz y ENTUSIASMADO, escribe la frase en un pispás. ME LA SUDA EL OSO SUSO. Moraleja: al niño tan sólo le faltaba motivación. Los guionistas, los
escritores, sabemos un rato de esto.
Pero al día siguiente, en el colegio, de nuevo
aparece Pilar con sus pomelos sacados de contexto, o le dicen que "Falta un
farol en la feria" pero nadie sabe si es la de San Antonio o la verbena de La
Paloma, alguien se empeña en que "La Bota es bonita" cuando en el dibujo del libro, claramente
salta a la legua, que es más bien como aquella bota que se comía Charlot en (La quimera del oro ¡qué gran película!) y en el cole,
nadie le permite que cambie la frase que le produce narcolepsia por una más de coña
o que se invente la que a él
le apetezca, que salga de su interés y de su corazón… ¿Y por qué no se lo permiten? Porque están institucionalizados y no se les ocurre que pueda estar
permitido “salirse del sistema”. “El sistema… joder, es que es ¡el sistema!”
"¿Para que nos vale el sistema? ¿No veis que el sistema ya ha fracasado con él?", insisto con rebeldía. “Es lo que hay", me responden. No lo dicen tan así, lo adornan con que es que están practicando determinados fonemas y claro no le van a
poner frases que tengan todos los fonemas y de ahí
lo de con P de Pili y P de pomelo. Yo les digo que a este niño le privan los fonemas y que por eso no se preocupen, pero
ellas me dicen que nanai. Que toca la P. Llegados a este punto, este asunto de que escriba lo
del pomelo empieza a ser para mí una cuestión política, de objeción de conciencia. Mi religión
es la cultura y la imaginación, y mi Dios me impide alabarle
a mi hijo las virtudes de este mundo soñado por el magnífico Kafka. Les digo que ni de coña, que yo no practico una cosa y digo la contraria. Llegamos todos a la conclusión de que este pomelo no hay por dónde agarrarlo. Ellas no entienden mi fijación con Pilar y su necesidad de pelar una fruta con la que
cualquier persona coherente se haría un zumo para desayunar. Me desespero. Me siento como el chiste:
-Se reunieron una madre y una profesora...
-¿Y cuál es el chiste?
-Ellas tampoco le vieron la gracia.
Necesito asideros.
Necesito contextos. Necesito salir de esa frase que uniforma, achica la mente,
estrecha la frente y frunce el entrecejo, encorseta, corta las alas, mata la imaginación... ¿Exagero? Exploramos la situación,
acorralados. Me siento como una guionista que escribe la secuencia de la boda sin
presupuesto para actores o exteriores, sin iglesia o un vestido de novia… ¡Un momento! ¡Si soy guionista! y al sentirme así, como en casa, doy con la solución:
-A ver Michael, pensemos. ¿Qué clase de mujer pelaría un pomelo? ¿Cómo es Pilar? ¿Es lista, es tonta...?
-Es lista.
-¿Y entonces? Nadie pela un pomelo a no
ser que no le quede más remedio. ¿Por qué pela esta tipa su pomelo? ¿Qué pretende?
- A lo mejor está en el laberinto.
-¿En el laberinto, hijo?
-¿No te acuerdas?
-¿Dices el del minotauro?
-Ese. Pilar no tiene un carrete de
hilo así que tiene que usar la cáscara del pomelo para entrar, cargarse al monotauro...
-Minotauro...
-Eso, cargarse a minotauro, y luego
poder salir sin perderse.
-Me gusta... Escríbelo, entonces. Pero tendrá que ser un pomelo muy grande. A lo mejor es un pomelo especial.
-Vale, mola.- dice mientras escribe- Pi-lar pe-la el-po-me-lo...
-Este libro de escritura es
apasionante... ¿No te parece?
-Y nos lo queríamos perder.