sábado, 7 de noviembre de 2015

LA PIRÁMIDE DE LA ESPERANZA

Un día haré un documental a lo "Bowling for Columbine" sobre los medicamentos falsos. Lo haré, lo sé. Me caracterizaré de enferma de cáncer y me haré con el expediente de una voluntaria, alguna amiga que haya pasado por algo tan terrible y que quiera colaborar en desenmascarar a esta gentuza. Me haré, sí, con una terrible mamografía y con un tac y un pet y una anatomía patológica y me presentaré con cámara oculta en la consulta del Dr. Moriano y de otros como él, tipejos con título de medicina que forman parte de un gran timo piramidal. Hablaré de su máquina de ondas, de su consulta llena de asistentes, de los cursos y congresos que organizan para captar almás cándidas que ejerzan de "evangelistas" en centros Zen, centros de coaching y herbolarios. Contaré como una de las ayudantes de este Moriano nos dijo a mi marido y a mí sin sombra de rubor que compráramos un producto natural llamado Birm. El Birm estabilizará tu enfermedad, dijo la tía, apoyando su entusiasmo con esta frase: "si tomas eso no te vas a morir. No te morirás, te lo aseguro. Mi padre tenía un PSA de 300, lo empezó a tomar y su PSA está en 0 desde hace años, pero es que a las farmacéuticas no les interesa que se conozca" (el PSA es el marcador del cáncer de próstata). Mi marido murió. El Birm, producto milagroso que toman decenas de miles de españoles condenados a muerte, cuesta la friolera de 400 euros al mes y se vende en determinados herbolarios -yo me sé cuales- sin factura y al contado. El milagroso Birm, yo imagino, es agua de borrajas con angostura. Es tan milagroso como los milagros: es decir, una mentira, una estafa. Es un producto de tantos productos llamados "complementos alimenticios" que enriquecen las redes de estafadores que adorados por sus acólitos, viven en la ficción de que ayudan a la humanidad. De verdad estos tipos se creen que están ayudando al prójimo. Analicemos el Birm para mi documental. Me gustaría mucho saber qué tiene dentro esa botella de Fierabrás.
Puedo hablar también de la charlatanería disfrazada de ciencia de tantos médicos/homeópatas que colgaron un título de medicina general sin especialidad en una pared y que van a todos los simposios homeopáticos y a todos los cursillos estupendos. Estos "médicos" saben leer una radiografía o el escáner de un enfermo de cáncer para dar el pego y son amabilísimos y bellísimas personas y te escuchan y te dan la ternura que no se encuentra en la Seguridad Social, pero luego van los tíos y miran una gota de sangre en un microscopio y de ese examen visual te sacan hasta el exceso de hierro y el colesterol malo como quién lee los posos del te y se te caen todos los palos del sombrajo. Puedo hablar de cómo estás "bellísimas personas" se aprovechan de la más terrible desgracia para convertirse en clavo ardiendo, en clavo que parece frío, en clavo que te clava para enriquecerse. Puedo hablar de cómo yo siempre supe de su falsedad porque dominaba la enfermedad de mi marido mejor que su oncólogo, porque conocía cada mancha de su PET mil veces leído y manoseado, cada dosis de su tratamiento, su patología, su estadio y su esperanza de vida como si yo se la fuera a salvar. A mí no me la daban estos porque en su verborrea sin especialidad siempre metían la pata en algo... y sin embargo, ahí estaba yo, callando y comprando Birm y homeopatía y cápsulas de palmito y cúrcuma y su puta madre.
Hoy viene a cuento el pensamiento de este documental para el que ya voy pidiendo ayuda, porque me envía la farmacia de mi barrio, (una tienda que vende más homeopatía que medicamentos de verdad) una oferta para que me haga un test de intolerancia alimentaria por la módica suma de 60 euros "según la técnica de bioelectroscopia" (sic). Tengo amigos que se han hecho este test y que han cambiado su dieta de arriba abajo y que juran sentirse mejor. Yo sé que es mentira. Puro placebo falso y cabrón. Un placebo, además, altamente peligroso porque juega con la nutrición. Bioelectroscopia. Madre mía. Reconozco la jerga y vuelvo a aquellos días fatídicos de la esperanza que nunca se pierde. Nunca olvidaré la historia con la que nos recibió Moriano en su extrañísima consulta-púlpito de Argüelles. Esto fue lo que nos dijo: "una vez, los científicos pusieron una rata en un balde de agua y la dejaron nadando. Al cabo de una hora, la rata se cansó y se ahogó. Después, los científicos pusieron otra rata en el agua y cuando estaba a punto de ahogarse, la sacaron. Al día siguiente volvieron a meter la rata a la que habían salvado en el agua y la dejaron de nuevo en el balde para ver cuánto aguantaba. Sobrevivió catorce horas porque tenía esperanza. Esperanza de ser salvada". La esperanza... Qué cabrones los que se enriquecen en pirámides a costa de la esencia más animal de nuestro instinto. Hay que saber dónde demonios poner la esperanza porque juegan con nuestra esperanza a los chinos y con una baza de órdago: nuestra incapacidad de creer en tanta maldad. Bioelectroscopia en tu farmacia de confianza, su puta madre. Te dicen que eres intolerante al gluten o a la lactosa o a mil cosas y te cambian la dieta y te recomiendan determinados suplementos de farmacia carísimos y todos, oye, hasta el majadero que hace el test y que sólo es un apóstol de la base piramidal, se creen la mentira. No hay nada más dañino, más enfermo, más repugnante que la gente que juega con la salud. Ya, ya sé que este comercio piramidal es una plaga imposible de erradicar porque los propios enfermos están enganchados, pero es una plaga que merece, al menos, un demoledor documental.  

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